Todo sucedió tan rápido, que no le dió el tiempo necesario para terminar de preparar su alimento. Una mano tras otra la obligaron a entrar en ese incómodo, obscuro y solitario recinto. Lo que había sido su família, decidío enviarla de camino hacia las apabulladoras calles de la ciudad, en una noche sin cielo, sin explicación.
Todo parecía tan nuevo y tan indiferente, que prefirío dormir.
Al despertar, ya nada cubría su frente y una luz similar a la que vió la última vez en su casa le erizó la piel, tras un silencio escucho una voz delicada y sintió sobre sí de nuevo la sombra de la noche anterior. La voz le dijo:
- Matilde te llamarás como la santa del día de hoy, hoy es tu nuevo nacimiento.
- Anoche durante el viaje, algo se te quebró, sin embargo vas a ver que te vas a poner mejor.
Y sin entender sintió las lágrimas del cielo sobre su costado, sus brazos, su rostro.
Le reconfortarón cada espacio de su piel, la luz se hizo más fuerte sobre su rostro
y se empinó para disfrutar de ese instante.
Otra voz más fuerte se escuchó:
- ¿Qué planta es esa, que tiene rota la ramita más grande?

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